Dennis Andrew Nilsen: Culpable, consciente y arrepentido

Un hombre muy atormentado por la soledad que prefería la muerte de sus compañeros antes que su abandono.
Un amor egoísta que lo llevó a cometer una larga serie de crímenes.


Temía despertarlo por miedo a que me abandonase. Temblando de miedo le estrangulé. El se debatía, y cuando estuvo muerto volví a llevar su joven cuerpo a la cama conmigo y fue el principio del fin de la vida que yo había conocido

El 3 de febrero de 1983, en Cranley Gardens nº 23, una casa de departamentos ubicada al norte de Londres, los ocupantes descubrieron que sus lavabos estaban atascados una vez más. No era la primera vez que ocurría, y decidieron llamar a un fontanero distinto al que habitualmente realizaba sus reparaciones.
Cuando llegó el fontanero, lo primero que hizo fue inspeccionar la fosa séptica que había junto a la casa, comentando además, que en toda su vida profesional nunca había olido una pestilencia tan increíble como la que salía de allí.
Al dirigir su linterna hacia el fondo del agujero de tres metros, vió una capa de un líquido blanquecino viscoso, salpicado por unas manchas de algo que parecía sangre.
Al bajar al agujero descubrió trozos de carne putrefacta, algunos de ellos con pelo adherido a la piel.
Inmediatamente llamaron a la policía, quien realizó una inspección de la fosa y encontró más fragmentos de carne y huesos, identificados rápidamente como restos humanos.
Entre los residentes del lugar se encontraba Dennis A. Nilsen, de 37 años.
Dennis era un hombre alto, delgado, con los hombros ligeramente inclinados hacia adelante y pelo castaño.
Su actitud era franca y directa, dueño de una gran inteligencia y una mirada fija y penetrante.
Cuando regresó del trabajo a su casa, la tarde del miércoles 8 de febrero, fue recibido por tres detectives de la policía, expresó cierta sorpresa por el hecho que la policía se interesara por algo tan insignificante como un drenaje atascado.
Cuando los agentes le hablaron de los restos hallados exclamó horrorizado: “¡Dios mío, qué espanto!“.
Uno de los inspectores se dejó llevar por su experiencia e intuición y, desconfiando replicó rápidamente diciéndole que no les hiciese perder el tiempo tratando de engañarlos y que les mostrase el resto del cadáver.
Sorpresivamente para el inspector, la respuesta de Dennis fue: “Dentro de dos bolsas de plástico en el armario. Venga, se lo enseñaré“.
Atónitos, le preguntaron si se trataba de un cadáver o dos, a lo que respondió con resignación, que era una larga historia y que prefería contarla en un lugar más tranquilo, en la comisaría por ejemplo, ya que era un alivio el poder desahogarse.
Su arresto:
Mientras lo llevaban a la comisaría confesó que ya imaginaba que iba a ser detenido al llegar a casa, pero que decidió resignarse a su suerte porque “era inevitable“.
Ni siquiera se había tomado la molestia de deshacerse de los restos humanos que quedaban en su apartamento, pues eran las evidencias para demostrar la veracidad de su declaración.
Reconoció haber pensado en el suicidio en un principio, pero pronto desechó la idea porque si moría nunca se sabría lo que había hecho.
Su autocontrol y frialdad mientras confesaba los hechos desconcertó a los agentes, que pensaron estar ante un verdadero psicópata sin escrúpulos, pero Dennis, consciente de ello, les explicó que sólo permanecía imparcial para que su testimonio fuese lo más objetivo posible para ellos, pues si daba rienda suelta a sus sentimientos de arrepentimiento y a su angustia interior, le costaría muchísimo guardar la calma: “Nadie debe verme llorar por las víctimas, eso forma parte de mi dolor personal“.
La declaración:
El 11 de febrero comenzó el interrogatorio, que duró once días.
El asesino brindó a los agentes más de 30 horas de confesión muy detallada sobre los distintos crímenes, colaborando con la policía tanto como pudo, con detalles y descripciones para que los investigadores pudiesen identificar a las víctimas.
Apenas tuvieron que interrogarle, pues él mismo había trabajado como policía en período de pruebas y sabía de sobra cómo se desarrollaba un interrogatorio.
Comenzó declarando que tenía un enorme cargo de conciencia y posteriormente detalló toda su historia criminal.
Confesó que había un total de 15 o 16 cuerpos que él mismo había asesinado desde 1978: 3 en Cranley Gardens y unos 13 en su dirección anterior de la Avenida Melrose, en Cricklewood.
Además, explicó que había intentado asesinar a otros siete jóvenes, pero no lo consiguió porque las víctimas lograron escapar y de otras se arrepintió antes de hacerlo.
Dennis se mostraba profundamente arrepentido de sus hechos, incluso agradeció muchas veces a los policías que lo habían detenido: “Ahora me siento culpable, merecedor de castigo. Estoy convencido de que merezco toda la pena a la que un tribunal pueda condenarme. Es un alivio que me hayan detenido, porque si lo hubiesen hecho a los sesenta y cinco años, podría tener a mis espaldas cientos de cadáveres“.
El asesino dijo que los jóvenes a los que había matado eran casi todos de ambientes marginales o vagabundos, sin domicilio fijo, que deambulaban por las calles de Londres sin que nadie les prestase mucha atención, y era por eso que sus desapariciones no fueron denunciadas y nadie echó de menos su ausencia.
Al preguntarle por el motivo que le había llevado a cometer esos crímenes, Dennis respondió que lo había hecho por miedo a la soledad, que no quería que algo tan agradable como es el amor, fuese algo esporádico de una noche.
Dijo además que necesitaba a sus amantes: “En ninguno de los casos estoy consciente de sentir odio hacia ninguna de las víctimas… recuerdo que salía en busca de compañía y amistad, pero nunca pensaba en la muerte, el asesinato o hechos pasados. Vivía únicamente para aquel momento y para el futuro. Invité algunas personas a casa y otras se invitaron solas, aunque el sexo siempre estaba en un segundo orden. Sólo deseaba una relación cálida, buscaba alguien con quién poder hablar, aunque es una sensación muy agradable y relajante tener a alguien en la cama a tu lado durante toda la noche. Después de matarlos, experimentaba un sentimiento doloroso de desesperación y una sensación de vacío. Aunque sabía que el cuerpo estaba muerto, pensaba que la personalidad estaba todavía dentro de él, consciente y atenta a mis palabras. Trataba de conseguir desesperadamente una relación que nunca estuvo a mi alcance“.
Al registrar la vivienda, los agentes hallaron los demás cadáveres descuartizados tal y como Dennis había indicado: tras decapitar los cuerpos sin vida, hervía las cabezas a fuego lento mientras escuchaba música clásica con unos audífonos.
Luego, troceaba el resto de los cuerpos y tras meterlos en bolsas de plástico las guardaba en el armario.
En efecto, dentro del armario hallaron dos grandes bolsas que contenían innumerables cantidades de restos de cuerpos humanos.
Con su testimonio y los restos de las víctimas, los agentes tenían pruebas suficientes para acusarlo, y le recomendaron la defensa de un abogado.
Nilsen rechazó toda defensa legal en un principio, pues consideraba que era capaz de defenderse solo, pero finalmente los mismos agentes le consiguieron un representante legal para el juicio.
El juicio:
Su abogado inicial le aconsejó declararse culpable, pero cuando su caso llegó al Tribunal de Old Bailey, ya había cambiado de letrado.
Este le había dicho que cambiase su primera alegación por la de “responsabilidad disminuida” debida a un trastorno mental.
Dennis “amaba” a sus víctimas, se enamoraba de ellas. Ese fue el motivo que le llevó al asesinato. No estaba consciente de las muertes, según mostró en las confesiones o los poemas que escribía a los cadáveres:
Le puse al joven los calzoncillos, la camiseta y los calcetines y volví a taparlo. Me bañé, me metí en la cama con él, lo acurruqué contra mí abrazándolo y empecé a explorar su cuerpo por debajo de las sábanas; entonces me di cuenta de que su cuerpo estaba frío y mi erección desapareció automáticamente, al día siguiente lo coloqué en el suelo de la cocina y decidí descuartizarlo, pero me resultaba imposible hacer nada que pudiera estropear aquel cuerpo maravilloso“.
Aquí, en el umbral de la abundancia, nada hay ahora. Sólo tú en mis brazos, más unas figuras sombrías que se acercan con algunas formalidades para hacerte entrar en su “sistema”, y yo. Pienso en tu vida solitaria. Pronto será mañana y se meterán en nuestros asuntos La intimidad no tiene fronteras que no puedan ser franqueadas en nombre de la ley“.
El mismo Dennis llegó a su propia conclusión, que explicó al jurado: “Puede ser que cuando mataba a aquellos hombres me matase a mí mismo, pues me quedaba de pie muy apenado y sumido en una profunda tristeza, como si acabase de morir un ser muy querido“.
La sentencia:
Finalmente, todos los miembros del jurado estuvieron de acuerdo en declarar a Dennis Andrew Nilsen culpable de la muerte de dieciseis personas y dos tentativas de asesinato, por lo que el juez le condenó a cadena perpetua.
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